¿Estamos ante la muerte de la revolución antibiótica?

Texto: Cristina Moreno
Ilustración: Sara Velasco

 

Introducción

 

 

Después de hojear unas pocas páginas de la edición española de National Geographic en papel (febrero 2018) me encuentro con el título de un artículo corto, de solo una página, titulado: Superbacterias: la lucha que no cesa”. Le acompaña, además, una imagen de un conjunto de esferas de color naranja intenso con un fondo abstracto en el que se desdibuja un grupo de estas esferas. El pie de la imagen explica que se trata de un ejemplar de Staphylococcus aureus, una de las bacterias más peligrosas de su familia bacteriana (la de los estafilococos), ya que su resistencia a los antibióticos la hace muy difícil de combatir.

Al ver dicho título, probablemente cualquier lector o lectora se preguntaría: “¿qué es una superbacteria?” Si bien esta definición debería considerar únicamente aquellas cepas microbianas resistentes a todos o casi todos los tipos de antibióticos disponibles, lo cierto es que esta palabra se suele ver comúnmente en todo tipo de fuentes de información, ya sean artículos científicos, políticas sanitarias, revistas divulgativas o medios periodísticos para describir cualquier microbio patógeno (es decir, causante de infección) y capaz de desarrollar resistencia. Según el artículo de National Geographic, las superbacterias son “cepas de microorganismos que han sido capaces de mutar su ADN a lo largo de generaciones para poder sobrevivir”. Lo cierto es que cualquier microorganismo tiene esta capacidad, ya sean superbacterias o no. Aunque no lo dicen en el artículo, esta supervivencia a la que se refieren es de lo que tratan las teorías de la evolución.

 

 

¿Qué es la resistencia microbiana?

 

 

La resistencia antimicrobiana “se produce cuando los microorganismos (bacterias, hongos, virus y parásitos) sufren cambios al verse expuestos a los antimicrobianos (…). Como resultado, los medicamentos se vuelven ineficaces y las infecciones persisten en el organismo…”1 Pero ¿a qué se refieren cuando hablan de “cambios”? Estas vagas definiciones pueden dejar mucho a la imaginación.

Al hablar de “cambios” y de la “capacidad de mutar” que estos microorganismos utilizan para poder sobrevivir se deja entrever una representación de las bacterias —y más concretamente, de estas emergentes superbacterias—, a menudo recurrente, como seres vivos con moralidad, percepción del riesgo y, por consiguiente, con capacidad de actuar en consecuencia. ¿Por qué la OMS, por ejemplo, no describe la resistencia microbiana como “cambios genéticos” o “cambios evolutivos” de las bacterias en vez de ese ambiguo “cambios”? Es una pregunta a la que, lamentablemente, no es fácil dar respuesta. Pero sí podemos reflexionar sobre qué conduce a las bacterias a desarrollar resistencia antimicrobiana.

¿Se hacen las bacterias genéticamente resistentes al ser conscientes del peligro que supone para su vida el uso terapéutico de antibióticos por parte de los seres humanos? Lo cierto es que el otorgar conciencia y agencia a los microbios es un claro ejemplo de antropomorfismo.2 Es decir, al personificar a las bacterias, las dotamos de capacidades propias de los humanos. Incluso en la representación que podemos encontrar en muchos medios divulgativos, científicos y periodísticos, se observa que esta personificación está muy arraigada en la cultura visual. En nuestra imaginación, los microbios, así como las células del sistema inmunológico que nos defienden de ellos, suelen tomar formas antropomorfas, con expresiones faciales, a veces amigables, y otras grotescas y aberrantes, casi monstruosas. Encontramos estas representaciones muy a menudo en medios publicitarios (por ejemplo, en los famosos anuncios de la marca Actimel), series de animación (como Érase una vez la Vida), libros de texto escolares e incluso en campañas de salud pública (como la cartelería para la campaña reciente del Hospital La Paz de Madrid3).

 

Volviendo a la cuestión, ¿qué hace que las bacterias desarrollen características genéticas que les permiten resistir a la aplicación de sustancias antibióticas? En pocas palabras, lo que conduce al desarrollo de resistencias a los antibióticos es precisamente el uso continuado de estos en las sociedades humanas. Desde los años cincuenta del siglo pasado a lo largo y ancho de todo el mundo se han manufacturado y consumido toneladas —no, no se trata de una exageración— de antibióticos. Tanto para uso terapéutico humano como dentro de la industria agroalimentaria (sobre todo para el control de infecciones de animales y cosechas), el consumo de este producto terapéutico está muy generalizado. Este consumo ha ejercido y sigue ejerciendo una presión selectiva o evolutiva sobre las poblaciones bacterianas4.

El concepto de “presión selectiva” es muy utilizado en las teorías de la evolución5. Se refiere a que la escala de producción y consumo de productos antibióticos ejerce una fuerza considerable sobre las poblaciones microbianas. Las cepas bacterianas que adquieran cambios genéticos que les confieran resistencia, tendrán más posibilidades de sobrevivir en un ambiente hostil con abundancia de sustancias químicas antibióticas. El porcentaje de cepas resistentes que sobrevivan, en teoría, aumentará al reproducirse, mientras que las cepas que no dispongan de esos rasgos genéticos serán más sensibles a la aplicación de antibióticos y reducirán sus posibilidades de sobrevivir y de continuar reproduciéndose.

 

 

 El uso de antibióticos y el desarrollo de resistencias en bacterias

 

 

Es lógico imaginar que los únicos tipos de bacterias que generarán resistencias antimicrobianas serán aquéllas a las que se les aplique directamente el tratamiento antibiótico. Nada más lejos de la realidad. Estudios genéticos están encontrando resistencias antimicrobianas en todo tipo de microbios presentes en cualquier ecosistema, y tanto en aquéllos que generan enfermedad como en los que no. En el agua del mar o residual, en el cuerpo de perros, gatos, o animales de granja, en cosechas y plantas…6 Es probable que la explicación de este desarrollo de resistencias en diferentes ecosistemas sea la ya mencionada intervención constante a nivel poblacional con moléculas antibióticas durante décadas y décadas. Es importante resaltar que la resistencia en sí misma no causa infección ni enfermedad. En su mayoría, estos genes no se han venido detectando en muchos de estos ecosistemas precisamente porque en ellos no se encuentran habitualmente bacterias patógenas, las más estudiadas generalmente por la microbiología.

Entonces, ¿si no hubiéramos utilizado antibióticos durante décadas, no existiría la resistencia antibiótica? Sí, claro que existiría. Las sustancias antibióticas existen en la naturaleza desde antes de que se empezara a comercializar la penicilina hace más de setenta años: no olvidemos que las sustancias antibióticas son utilizadas por los microorganismos en sus propias interacciones. Alexander Fleming no obtuvo una partícula química sintética en sus platos de cultivo, sino una ya existente en el entorno natural y producida por un ser vivo. Los genes de resistencia, por tanto, son parte intrínseca de las relaciones de vida de las poblaciones bacterianas y están involucradas íntegramente en sus procesos evolutivos7. Es más bien, como venimos diciendo, una cuestión de escala. Las toneladas de antibióticos utilizadas desde los años cincuenta hasta hoy, manufacturadas a nivel industrial y consumidas con diferentes fines en cada contexto sociocultural, no están exentas de consecuencias.

En 1945, y a modo de prólogo de una obra del farmacéutico y científico patrio Florencio Bustinza, el doctor Gregorio Marañón nos decía:

…por fin, ahora mismo, en plena destrucción de Europa, Florey (…) pone de relieve las virtudes terapéuticas de este nuevo medicamento que en nuestras horas luctuosas redime al hombre del pecado de su crueldad; porque entre los cañones y los lanzallamas se insinúa, como un milagro de misericordia, su benéfica, callada y salvadora acción (…). Y todo esto ha sido presenciado por una sola generación, como la mía.8

 

 

Del milagro al apocalipsis

 

 

Entonces los antibióticos quizás fueron recibidos con los brazos abiertos, como un milagro, una auténtica revolución para una España de posguerra, racionamiento y dictadura. Incluso el propio Bustinza —colega de Alexander Fleming— nos hablaba en 1954 de los logros que aún estaban por cumplirse en la medicina española gracias a ellos:

Y con ser mucho lo que se ha progresado en estos últimos diez años en la lucha contra las enfermedades infecciosas del hombre y de los animales domésticos con el empleo de los medicamentos del grupo de los antibióticos, podemos afirmar que nos hallamos aún en los albores de la Era Antibiótica, virgen aún, pero potencialmente fecunda…9

Han pasado más de seis décadas desde que Bustinza publicara estas palabras sobre la “era antibiótica”. Un par de generaciones de por medio y los científicos, medios de comunicación y autoridades sanitarias actuales hablan más bien de la “era postantibiótica”. La generación de Bustinza y Marañón vio llegar con esperanza, e incluso participó, en esta “revolución antibiótica”. Sin embargo, ¿qué expectativas genera la cuestión de la resistencia antimicrobiana para aquellos que nacimos a partir de los años ochenta? Para nuestras generaciones, más que un milagro, pareciera estar convirtiéndose en una distopía, dibujando un futuro casi apocalíptico para la práctica de la biomedicina.

¿Estamos ante el fin de dicha revolución antibiótica? Para poder considerar esta pregunta, tendríamos también que reflexionar más en profundidad acerca de las características de lo que Bustinza llamaba la “era antibiótica” y, en particular, acerca de la forma en la que se procuró un espacio para este medicamento en el laboratorio, la industria farmacéutica y la práctica clínica de la medicina en la España de la segunda mitad del siglo XX. De hecho, varios historiadores han considerado el desarrollo de la “revolución científica” y en particular la que propulsó el científico Alexander Fleming a principios de los años treinta con la llegada de la penicilina10 (lo cual podemos considerar como la llegada de la revolución antibiótica que continuaría a lo largo del siglo XX).

¿Es esta una bendición convertida ahora en pesadilla? La cura y el control epidemiológico que prometía el antibiótico hacía que la visión de “un mundo sin microbios” fuera hipotéticamente posible. Una carrera para erradicar al microbio muy característica de la biomedicina del siglo XX, para la cual la ciencia y la química ponían a su disposición un arma prometedora pero peligrosa. Y es que la metáfora bélica está muy presente en la forma en la que relatamos la enfermedad infecciosa y nuestra relación con los microbios. Por ejemplo, un artículo periodístico de enero de 2018 titulado “Antibióticos:  revolución o muerte”, nos lo describe así:

La historia de la humanidad está plagada de guerras, pero ninguna de ellas ha influido tanto ni ha causado tantas muertes como la guerra biológica que libramos eternamente contra los virus y las bacterias causantes de enfermedades infecciosas. Durante prácticamente toda nuestra historia, esta lucha ha dependido casi exclusivamente de nuestro sistema inmunitario. Sin embargo, con el descubrimiento y la producción en masa de la penicilina en el siglo XX, comenzó una etapa dorada para el ser humano en la guerra contra las bacterias: la era antibiótica. Por primera vez en la historia de la humanidad teníamos armas, más allá de nuestro sistema inmunitario, para contraatacar.

 

 

El futuro y la revolución antibiótica

 

 

Los expertos se preguntan actualmente de manera urgente cuáles son los problemas prácticos para la salud que plantea el creciente desarrollo de la resistencia microbiana en patógenos humanos, como el estafilococo que ilustra la National Geographic. ¿Realmente estamos ante el fin de la revolución antibiótica? ¿Qué significado práctico tiene esta entrada en la era postantibiótica? A menudo se cita el hecho de que el último antibiótico que se sacó al mercado fue en la década de los 80. El mundo se está quedando sin antibióticos mientras los genes de resistencia en las poblaciones microbianas proliferan, según nos dicen.

En los últimos dos años, la financiación para la búsqueda de nuevos productos antibióticos y estrategias de Investigación y Desarrollo (I+D) mundial ha recibido millones de euros. Se están desarrollando políticas sanitarias para crear infraestructuras de referencia para mapear el desarrollo de resistencias microbianas y el uso de antibióticos alrededor del mundo.11 El futuro que plantea esta era postantibiótica puede estar plagado de datos en tiempo real sobre genética microbiana y de estrategias de control, racionamiento y restricción de uso de antibióticos. Tendremos que esperar un tiempo para poder verlo. Pero ¿dejaremos de usar los antibióticos o seguiremos produciéndolos? ¿Tendremos realmente que elegir entre “muerte o revolución”?

Lo cierto es que hay algo realmente cautivador, casi épico, en este lenguaje: superbacterias, resistencias, guerras eternas, racionamiento, milagros, muertes y revoluciones y futuros apocalípticos. Este lenguaje no casual. Como ejemplo final, podemos tomar el artículo “Antibióticos:  revolución o muerte”, que cierra su argumento con una imponente sentencia: “Sea como sea, no hace falta ser adivinos para saber que, sin una revolución antibiótica, en el futuro próximo de nuestra guerra contra las bacterias se vislumbran muchas muertes.” Y entre esas muertes, ¿estamos también ante la muerte del antibiótico?

Sin duda, la enfermedad infecciosa hoy en día ya genera muchas muertes humanas y lo seguirá haciendo, sobre todo en aquellos lugares del mundo donde la desigualdad y el difícil acceso a los servicios de salud afecta con más fuerza. El acceso a las terapias más innovadoras que estén por venir en antibióticos, antirretrovirales, antimalariales y otros medicamentos antiinfecciosos no está al alcance de todos a nivel global. ¿Al alcance de quién, entonces, queda esta revolución antibiótica, si es que prosigue? ¿Quién librará entonces la “guerra contra las bacterias”? Frente a la incertidumbre que supone la resistencia antimicrobiana para el saber y la práctica médica del futuro, vale la pena también incluir preguntas como estas, que consideren de una manera crítica las prácticas de uso del antibiótico, ya sea en el laboratorio, la clínica, la granja o el hogar, y su relación con el desarrollo de resistencias microbianas.

A título personal, dicha incertidumbre podría parecer pesada. Sin duda, cada uno puede aportar (o no) a esta revolución. Unos elegirán tomar o no tomar antibióticos en ciertas circunstancias, otros participarán en conversaciones al respecto en entornos cercanos. Pero también podemos prestar atención. Al fijarnos, al pensar en el lenguaje y la representación que se utilizan con respecto a este problema, uno ya está contribuyendo. ¿Pero a qué contribuye, a la muerte, o a la revolución (antibiótica)? ¿O será que podremos encontrar un futuro en el que no tengamos que elegir entre una y otra?

 

Notas y Bibliografía

 

 

1 Así lo define la Organización Mundial de la Salud (OMS): http://www.who.int/mediacentre/factsheets/antibiotic-resistance/es/
2  El concepto de antropomorfismo se refiere a la atribución de forma o características humanas a lo no humano, ya sean animales o cosas. El filósofo Robert Spaemann ofrece una reflexión sobre la realidad y el antropomorfismo animal relevante para considerar esta cuestión. Versión traducida al castellano: Robert Spaemann, “Realidad como antropomorfismo” en Anuario Filosófico 35 (2002), pp. 713-730.
3  La campaña que comenzó el Hospital La Paz de Madrid en 2015 fue cedida al Plan Nacional de Control de Resistencias Antimicrobianas recientemente. La cartelería está dirigida principalmente a facultativos dentro del Hospital, y cada cartel dispone de un contenido científico-técnico concreto. Ver aquí.
4 Un artículo reciente ha revisado el consumo de antibióticos a lo largo del periodo 2000-2015, aunque las comparaciones que ofrece deben tomarse con precaución, ya que sólo se utilizaron datos de 76 países en este estudio. Disponible en inglés: Klein EILI,  “Global increase and geographic convergence in antibiotic consumption between 2000 and 2015” en PNAS PNAS: 201717295. Es prácticamente imposible generar un dato fiable sobre el consumo durante la segunda mitad del siglo XX. La antropóloga norteamericana Hannah Landecker proporciona algunos datos en Estados Unidos, además de una interesantísima consideración de la historia de la resistencia microbiana. Disponible en inglés: Hannah Landecker, “Antibiotic Resistance and the Biology of History” en Body & Society 22 (2015), pp. 19-52.
5 Un proyecto de la Universidad de Berkeley (Estados Unidos) ofrece un recurso electrónico para explorar los conceptos más básicos de las teorías de la evolución. Disponible en castellano:  https://evolution.berkeley.edu/evolibrary/article/0_0_0/evo_01_sp
6 Un ejemplo relevante es el del trabajo realizado por el equipo de investigación del microbiólogo Fernando Baquero, del Hospital Ramón y Cajal en Madrid. Disponible en inglés: Fernando Baquero; José Luis Martínez y Rafael Cantón, “Antibiotics and antibiotic resistance in water environments” en Current Opinion in Biotechnology 19 (2008), pp. 260-265. Otro artículo de interés, también disponible en inglés: Felipe C. Cabello, “Heavy use of prophylactic antibiotics in aquaculture: a growing problem for human and animal health and for the environment” en Environmental Microbiology 8 (2006), pp. 1137-1144.
7 Fernando Baquero también proporciona una revisión detallada de la evolución de la resistencia antibiótica en otro artículo. Disponible en inglés: Fernando Baquero y Jesús Blázquez  “Evolution of antibiotic resistance” en Trends in Ecology & Evolution 12 (1997), pp. 482-487.
8 La obra donde se encuentra este prólogo de Gregorio Marañón es: Florencio Bustinza , Los antibióticos antimicrobianos y la penicilina, Plus-Ultra, 1945.
9 Florencio BUSTINZA, “En la era antibiótica” en Arbor 27, 100 (1954), pp. 492-517
10 En el número 0 de la Revista FUA se revisó ya otro ejemplo de héroe de la revolución científica, Albert Einstein. Alexander Fleming se uniría también a esta larga lista de científicos heroicos. El filósofo y antropólogo francés, Bruno Latour, escribía una reflexión acerca de la figura de Louis Pasteur, una de las más importantes figuras de la microbiología. Disponible en castellano: Bruno LATOUR La pasteurización de Francia, 1989. Además, el historiador británico Robert Bud fue uno de los primeros que escribió sobre Fleming, la penicilina y la revolución antibiótica.  Disponible en inglés: Robert Bud, “Antibiotics: the epitome of a wonder drug” en BMJ https://doi.org/10.1136/bmj.39021.640255.94.  Robert BUD, Penicillin: Triumph and Tragedy, Oxford University Press, 2007.
11 La plataforma ReAct Antibiotics, basada en la Universidad de Uppsala, en Suecia, proporciona una buena combinación de recursos para estar al día de las políticas sanitarias y propuestas disponibles a nivel global respecto del problema de la resistencia microbiana. Algunos recursos también están disponibles en castellano: https://www.reactgroup.org/news-and-views/policy-briefs/