Texto: Oscar Méndez
Ilustraciones: Violeta Velasco
Introducción
La comunidad afroestadounidense es la minoría más religiosa de EE. UU.: actualmente en torno al 98% de la misma cree en mayor o menor medida en Dios. Cuando sus antepasados fueron llevados hasta América para ser vendidos como esclavos, fue muy difícil para ellos mantener sus propias creencias, ya que una vez en los barcos no les unía ni la lengua ni la fe, sino un viaje lleno de penuria y el trabajo forzado. Fueron sus dueños blancos los que, tratando de mantener una fe común que justificara el orden de las cosas, inculcaron el cristianismo a los afroestadounidenses. Hoy en día, varios siglos después, en torno al 78% de los negros estadounidenses siguen siendo cristianos de una u otra confesión.1
Esta mayoría religiosa hace que copen las películas, series, libros o noticias, transmitiendo la imagen de una comunidad unida por un mismo dios cristiano. Además, en cierta medida es complicado encontrar trabajos escritos en castellano que rompan, aunque sea superficialmente, esta visión uniforme. Por eso, en este artículo voy a tratar los orígenes y el desarrollo del judaísmo y del islam dentro de la comunidad negra estadounidense.
Trataré de explicar cómo es posible que el judaísmo y el islam se pudiera implantar “en las almas” de los antiguos esclavos. ¿Traían la fe consigo y solo tardó en resurgir o la tomaron por imitación? ¿Se convirtieron al judaísmo o al islam “ortodoxo” o crearon nuevas formas de entender la fe con características estadounidenses propias? Para responder a estas preguntas, presentaré las sectas más importantes para la propagación de estas religiones y algunas de sus características, teniendo en cuenta que los artículos deben tener límites espaciales. De esta manera, podremos empezar a aproximarnos a ese pequeño porcentaje judío y musulmán de la comunidad afroestadounidense, que no llega al 3%, pero que supone la existencia de creyentes de las tres grandes religiones monoteístas dentro de ella.
Contexto
La historia afroestadounidense, así como el desarrollo de sus propias formas de religiosidad, comienza el siglo XVI, cuando individuos de África Occidental fueron llevados como esclavos a América. Tras la fundación de EE. UU. en 1776, la situación de los afrodescendientes no cambió y de hecho la población esclava ascendía hasta los cuatro millones en 1865, año en el que finalmente la esclavitud se abolió con la decimotercera enmienda.
Este paso no se dio hasta el estallido de la Guerra Civil americana (1861-1865) entre los estados del Norte, industriales, y los del Sur, agrarios y esclavistas. Si bien es cierto que no había un gran apoyo por parte de la población norteña para que esta situación cambiara en el Sur, la posibilidad de que los antiguos esclavos se unieran a las tropas americanas contra sus antiguos dueños hizo que el presidente Abraham Lincoln sacara adelante la Proclamación de Emancipación de 1863, por la que los esclavos de los Estados Confederados quedaban liberados. Tras esto, la decimocuarta enmienda (1868) daba la ciudadanía a los afroamericanos y la decimoquinta (1870) permitía a los hombres negros votar.
Sin embargo, la supuesta superioridad racial imbuía la América blanca y los negros eran tratados como ciudadanos de segunda clase. Como forma de defensa, estos desarrollaron sus propias congregaciones religiosas, escuelas y asociaciones para encontrar un ambiente seguro lejos de los ataques racistas. Mientras tanto, pese a que se vivía cierto progreso en la adquisición y uso de derechos de los negros, los linchamientos contra personas negras no dejaban de crecer en el Sur. Con la excusa de evitar la violencia racial, los estados sureños promulgaron a partir de 1876 las leyes de Jim Crow, un conjunto de normas que segregaban a los negros de los blancos, indicando dónde estos últimos debían sentarse, comer, beber o caminar. Si no había carteles indicándolo, los negros siempre debían esperar a que los blancos acabaran. Estas leyes no fueron abolidas hasta 1965. Además, a nivel federal, el dictamen del caso Plessy contra Ferguson de 1896 consideró que la segregación en lugares públicos era constitucional siempre que se respetara la doctrina “separados pero iguales”. Al mismo tiempo, se les dificultaba las oportunidades económicas y el ejercicio de su derecho al voto y eran sometidos a una constante amenaza de violencia indiscriminada incluso por parte de las autoridades del gobierno.
A partir de 1916 se produce la Gran Migración Negra desde los estados del sur a los del norte. La situación de violencia y pobreza era insoportable para los negros del Sur, mientras que la economía de guerra implantada en la industria del Norte debido a la Gran Guerra permitía a los negros acceder a los primeros puestos industriales abiertos a afroamericanos. Esta es conocida por algunos autores como la Primera Gran Migración (1916-1930), mientras que la Segunda se produciría entre 1940 y 1970, espoleada por las consecuencias de la Gran Depresión y, de nuevo, la economía de guerra implantada en EE. UU. durante la Segunda Guerra Mundial. Aproximadamente seis millones de afroamericanos se trasladaron desde los ambientes rurales a los urbanos en este periodo, lo que llevó a que solo un 53% de la población afroestadounidense viviera en el Sur, cuando en 1910 era del 90%.
La rápida afluencia de negros a las ciudades norteñas exacerbó los problemas entre negros y blancos, trasladándose el problema racial del Sur al Norte. Las revueltas urbanas de los negros y los linchamientos hacia estos comenzaron a darse en las ciudades. Mientras tanto, los blancos tendieron a trasladarse de barrios que se habían convertido en racialmente mixtos a otros homogéneos en las afueras, provocando que los anteriores quedaran como nuevos guetos negros.
Ya en los años 50, la situación era insostenible. La acción pacifica de Rosa Parks en Alabama al negarse a levantarse del asiento reservado para los blancos en el autobús prendió la llama del Movimiento por los Derechos Civiles. En este contexto sobresale la figura de un joven pastor llamado Martin Luther King, quien dirigió junto a otras personas las protestas, siempre llevadas a cabo de manera pacífica y basadas en la no violencia. Al mismo tiempo, otro joven (esta vez musulmán) llamado Malcolm X pasó a liderar la rama “subversiva” del movimiento, exponiendo la necesidad del uso de la autodefensa ante la violencia, la maldad intrínseca de los hombres blancos o la tibieza de Martin Luther King y sus seguidores. Finalmente, en 1965 Lydon B. Jonhson firmó las leyes de los Derechos Civiles y la ley del Derecho al Voto, que suponían, al menos sobre el papel, la igualdad entre blancos y afroestadounidenses. Tristemente, Malcolm X y Martin Luther King no pudieron disfrutar de los progresos que traían consigo estas leyes, ya que fueron asesinados en 1965 y 1968 respectivamente.
El judaísmo negro: de Etiopía a Israel
La introducción del judaísmo en la religiosidad afroamericana estadounidense se encuentra ligada a la evangelización de los esclavos negros llevada a cabo en EE. UU. a partir del siglo XVIII. En aquel momento los esclavistas se dieron cuenta de la necesidad de inculcar una religión en sus esclavos que beneficiara a ambos, de modo que los esclavistas adquirieran un nuevo método de control sobre los esclavos y estos adquirieran la esperanza de una vida mejor ulterior.2 En el Antiguo Testamento se recogen los mitos de las diez tribus de Israel y del éxodo de Moisés desde Egipto, relatos donde los esclavos comienzan a ver un reflejo de su propia historia: la de un viaje forzoso y la del sentimiento de desarraigo. El concepto de “pueblo elegido” que predica la Biblia hizo que los afroestadounidenses sintieran un fuerte vínculo con el pueblo judío. Vista su situación, para ellos parecía evidente que la historia de los israelitas era también la suya y que, al igual que ellos no habían alcanzado la tierra prometida, la Proclamación de Emancipación no les traería la suya.
Desde el proceso de evangelización, los versos del salmo 68:313 se popularizan en la comunidad afroamericana. Algunos de ellos consideraban que Dios les había dado el mandato, al ser el pueblo elegido, de volver a Etiopía, entendida como África, a donde llevarían el cristianismo y, de este modo, unirían a los africanos y los elevarían social y espiritualmente. Al mismo tiempo, ser el “pueblo elegido” suponía un apoyo psicológico para los afroestadounidenses a la hora de enfrentarse a los ataques supremacistas blancos y al estigma de inferioridad que habían colocado sobre ellos.
Sin embargo, algunos clérigos, teólogos e ideólogos afroestadounidenses consideraban que el plan de Dios solo podía ser llevado a cabo por afroestadounidenses retornados desde EE. UU., creando el sustrato espiritual del “etiopianismo”. Sobre este concepto se apoyaron los movimientos nacionalistas negros, como la Universal Negro Improvement Association (UNIA) de Marcus Garvey4 para defender el retorno de los antiguos esclavos a África o, posteriormente, la necesidad de crear una nación negra segregada de la América blanca.
A finales del siglo XIX, la historia del pueblo judío recogida en el Antiguo Testamento se convirtió para ellos en la prueba de que el pueblo negro americano no solo estaba emparentado con los judíos, sino que eran directamente los judíos originales. No obstante, no llevaron su fe directamente hacia el judaísmo tradicional, sino que crearon una serie de tradiciones que mezclaban el judaísmo, el ocultismo, la francmasonería o el cristianismo negro tradicional profundamente influido por el Antiguo Testamento. Este eclecticismo hacía que el resto de la comunidad judía no los reconociera como tales, ni en aquel momento ni en la actualidad. Además, tampoco incluían en su estrecho grupo de “verdaderos hebreos” a los Beta Israel o falashas, judíos de Etiopía5. Consideraban que no todas las personas de piel negra son hebreas, entrando en este grupo únicamente los negros estadounidenses. Esta consideración se basa en la enseñanza contenida en el Deuteronomio 28:68,6 pues este profetizaría el comercio esclavo transatlántico. Por la tanto, si los Beta Israel seguían en África o habían llegado a EE. UU. sin ser comercializados como esclavos, estos no podían ser verdaderos judíos. Posteriormente, un mayor conocimiento de las prácticas religiosas y una visión diferente de su propia posición dentro de la comunidad judía, hizo que también cambiaran su opinión sobre los Beta Israel.
Una de las primeras asociaciones conocidas como judíos negros fue la Church of God and the Saints of Christ, creada en Kansas en 1896 por William Samder Crowdy. Antiguo predicador baptista, sus rituales añadían ciertas creencias judías, aunque sin alejarse demasiado de la liturgia cristiana. Esta organización, junto a otras como la Church of the Living God – Pillar and Ground of the Truth for All Nations en Filadelfia y el Temple of the Gospel of the Kingdom, Everlife and Never Die Church en Nueva York, adoptaron parte de los rituales judíos a través de interpretaciones del Antiguo Testamento hechas por sus fundadores. Por ejemplo, mantenían el oficio del rabino, celebraban el Pésaj o Pascua judía y observaban el Sabbath. Al mismo tiempo, añadían lecciones y ritos del Nuevo Testamento como la obra de Jesucristo o el bautismo.
Para algunos judíos negros esto no era suficiente y comenzaron a reclamar un alejamiento total del misticismo cristiano, en busca de una fe exclusivamente negra que supusiera una ruptura con su pasado de esclavitud. Algunos de los nuevos grupos se organizaron, no solo enfrentados a los blancos, sino también a los cristianos negros y a los judíos. Para ellos, los blancos (europeos y americanos cristianos) los habían esclavizado y dado una fe falsa. Los cristianos negros tampoco eran parte de ellos, pues mantenían la fe de los esclavistas. Y, por último, los judíos estaban haciendo uso de una fe que no les correspondía, porque para los hebreos negros los verdaderos judíos eran los afroestadounidenses, tal y como la Biblia explica en el Antiguo Testamento (Salmo 68:31 y Deuteronomio 28:68). Además, comenzaron a utilizar la palabra “judío” como una característica racial y no religiosa, al mismo tiempo que pasaron a considerarse a sí mismos racialmente hebreos, dejando de lado palabras como “negro” y “black”. De esta manera, su identidad quedaba diferenciada de las del todo el resto.
La Gran Migración, en la que gran número de afroestadounidenses se trasladaron del Sur rural al Norte urbano, permitió una mayor interacción a partir de los años 20 con judíos blancos, entre ellos sefardíes y asquenazíes europeos, lo que les permitió un conocimiento más profundo del judaísmo tradicional que comenzaron a aplicar en los ritos de las nuevas congregaciones que surgieron en el Norte.
Uno de los grupos reseñables entre los hebreos negros es el Commandment Keepers Congregation, fundado por el rabino Wentworth Arthur Matthew en la segunda década del siglo XX en Nueva York. Su congregación estaba basada en la observación de las prácticas religiosas y las fiestas judías, ya que consideraba que los judíos afroestadounidenses estaban ligados a los judíos etíopes y todos a su vez eran descendientes del rey Salomón y la reina de Saba. Por ello, ensañaba que los “hombres negros eran judíos” y que los “judíos genuinos eran hombres negros”, aunque al mismo tiempo no rechazaba a los judíos no-negros, ya que para él eran quienes habían preservado el judaísmo durante siglos. Con el tiempo, comenzaron a incluir gradualmente otras prácticas del judaísmo ortodoxo como la circuncisión, el bar mitzvahs, el respeto por las leyes kosher o la separación entre hombres y mujeres en la sinagoga.
El “descubrimiento” de los Beta Israel por la comunidad hebrea negra puso en boga tratar de crear colonias en África, algo que ya había intentado hacer Garvey siguiendo el discurso del etiopianismo. Sería Arnold Ford, judío afroestadounidense y garveynista, quien, en 1930, con ayuda de Haile Selassie, estableciera colonias de afroestadounidenses judíos en Etiopía, el Sion de los judíos negros. Sin embargo, cinco años después, su proyecto se derrumbó debido a la dificultad de sacar adelante las cosechas y a la sensación que tenían de que la guerra entre Etiopía e Italia era inevitable y que el país africano perdería. Su fracaso terminó de potenciar las migraciones de misioneros afroestadounidenses judíos a Jamaica donde, con la interacción de las misiones cristianas, se estaba desarrollando el rastafarismo, que a la postre se ha convertido en la expresión más conocida del judaísmo negro.
Mientras tanto, las propuestas nacionalistas negras de la UNIA y el judaísmo se continuaron mezclando dentro de la comunidad afroestadounidense, defendiendo la especial conexión del judaísmo con la cultura afroamericana. La importancia que se le dio a estas ideas avivó el sentimiento nacionalista entre los israelitas negros, que desembocó en la creación de grupos acusados de supremacismo negro, como la Nation of Yahweh,7 o en la decisión de emigrar a Israel, tal y como hicieron los African Hebrew Israelites of Jerusalem.
Fundado en los años 60 en Chicago por Ben Carter, los African Hebrew Israelites of Jerusalem estaban profundamente influidos por el nacionalismo negro, Garvey y Malcolm X. Inmediatamente tras su fundación comenzaron a emigrar a Israel con visados de turista, ya que, al negarse a llevar una conversión al judaísmo institucional, el gran rabinato no les reconoció como judíos y, por tanto, no se les permitió acogerse a la Ley de Retorno. Pese a ello el gobierno israelí evitó deportarlos y en los 90 llegaron a un acuerdo para otorgarles un estatus legal que les ha permitido quedarse en el país e incluso formar parte de sus fuerzas armadas desde 2004. Se calcula que actualmente la comunidad de afroestadounidenses judíos en Israel asciende a los 2.500 miembros.
Mientras tanto, el último censo llevado a cabo en 1990 por la Alliance of Black Jews estimaba en 200.000 a los afroestadounidenses que se definían como judíos. Desde entonces no han realizado nuevos censos, aunque según Pew Research Center, menos del 1% de los afroestadounidenses se definen como judíos.8 Algunas figuras afroamericanas como el rapero Kendrick Lamar o el jugador de baloncesto Amare Stoudemire hacen que se siga hablando de ellos hoy en día en EE. UU.
El islam negro: Mahoma conoce el excepcionalismo americano
A diferencia del judaísmo, que tuvo un desarrollo completamente endógeno, el islam afroestadounidense se desarrolló gracias al contacto exterior. En un primer momento algunos esclavos trajeron consigo la religión de Mahoma y la mantuvieron pero, salvo casos excepcionales, el resto no pudo hacer más que aceptar convertirse al cristianismo, lo que provocó que el islam fuera una religión residual dentro de la comunidad negra.
Sin embargo, el cristianismo no dejaba de ser considerado por algunos afroestadounidenses del siglo XIX como la religión de los esclavistas y de los supremacistas que los atacaban. Al mismo tiempo, el islam continuaba teniendo la consideración de ser una religión africana que resistía la hegemonía europea y blanca, por lo que algunos afroestadounidenses empezaron a sentirse atraídos por ella.
Las primeras misiones musulmanas llegaron a Estados Unidos a finales del siglo XIX, algunas veces dirigidas por estadounidenses blancos conversos. No obstante, fue más importante el proselitismo ahmadía9 de principios del siglo XX y la traducción al inglés del Corán llevada a cabo por un ahmadi, el maulana Muhamad Ali, para que el islam comenzara a atraer a los negros. Las primeras organizaciones islámicas, establecidas por inmigrantes venidos del norte de África, abrieron sus puertas en Nueva York y Detroit en 1924 y 1926 respectivamente.
También en esta época una organización islámica fue fundada por primera vez por un afroestadounidense, esta vez con un tipo de islam totalmente configurado en Estados Unidos. Sharif Abdul Ali aseguraba haber recibido la llamada de Alá y haber pasado una prueba en la pirámide de Keops tras la que recibió el nombre de Noble Drew Ali. Llamaba moslem a sus seguidores, debido a lo cual recibió fatuas contra él desde Egipto.10 En 1919 se trasladó a Chicago desde Nueva Jersey, donde en 1928 creó la Moorish Science Temple America (MSTA). Sus enseñanzas se alejaban de Mahoma y se centraban más en la figura de Jesucristo. Predicaba que los negros eran moors (moros) o asiáticos11 y los consideraba descendientes del imperio marroquí. Dentro de su organización, los negros conseguirían recuperar su identidad asiática, la cual no podía ir desligada del islam. En 1929 Drew Ali fue asesinado en extrañas circunstancias. Su legado a la comunidad fue el Holy Koran of the Moorish Science Temple of America, más conocido como el Circle Seven Koran. Para entonces, la MSTA contaba con unos 30.000 seguidores, muchos de los cuales pasarían a la Nación del Islam tras la muerte de Ali.
La Nación del Islam fue de vital importancia para entender el islam en Estados Unidos en general y dentro de la comunidad negra en particular, así como la lucha por los derechos civiles y el nacionalismo negro. Wallace Fard Muhamad fundó la Nation of Islam en 1930. Este grupo religioso tenía el islam como religión base, aunque también hacían uso de algunas enseñanzas recogidas en la Biblia, dado que Fard había pertenecido al grupo Moorish Science Temple of America.
Tras la muerte de Drew Ali, Fard Muhamad migró a Detroit, donde predicó la necesidad de la conversión al islam, la maldad intrínseca de la raza blanca y la inaplazable llegada del Armagedón con el que los negros recuperarían su superioridad en la tierra y los blancos desaparecerían.12 Además enseñó a todos sus discípulos la historia de Yacub, básica para la comprensión de la Nación del Islam, según la cual los negros serían asiáticos y los hombres originales, mientras que los blancos (según su visión étnico-religiosa europeos y judíos mayoritariamente) serían un subproducto creado por un científico malvado a base de eliminar generación tras generación la negritud de sus “creaciones” y, por tanto, contrarios a la ley natural, lo que les convertía en “demonios de ojos azules”.
Aunque es muy complicado seguir el rastro de Fard Muhamad, parece que tras ser detenido por la policía a principios de los años treinta se le obligó a abandonar la ciudad de Detroit, por lo que regresó a Chicago. Allí conoció a Elijah Poole, conocido posteriormente como el Honorable Elijah Muhamad. En 1934 Fard Muhamad desapareció sin dejar rastro y Elijah se hizo definitivamente con el poder de la Nación del Islam. La misteriosa existencia de Fard y su desaparición le dieron un halo de misticismo que permitió a Elijah comenzar a predicar que Alá se le apareció a Fard, convirtiéndole en mesías de los cristianos y mahdi de los musulmanes. Considerar a Fard Mahdi el decimosegundo imán le haría estar unido genealógicamente con Mahoma, lo que supone una herejía de gran calado para los musulmanes ortodoxos.
En 1935 las luchas intestinas por el control de la Nación aumentaron y Elijah, junto a su mujer y sus ocho hijos, se vio obligado a marcharse de Detroit; primero a Chicago, luego a Milwaukee y por último a Washington D.C. En todas las ciudades fundó un nuevo templo. En 1942, Elijah fue detenido por negarse a luchar en la Segunda Guerra Mundial, entrando inmediatamente en prisión. A partir de ese momento su fama aumentó y consiguió muchos seguidores dentro de la cárcel. Una vez cumplida su condena continuó predicando y manteniendo una cantidad de fieles estable hasta que a partir de 1952 el número aumentó a un ritmo vertiginoso gracias a su nuevo ministro, Malcolm X. Este, con su retórica incisiva y su historia de redención, consiguió llevar a la Nación del Islam a cotas de popularidad nunca imaginadas. Los “musulmanes negros” pasaron a ser el peligro número uno para el gobierno americano, ya que, en plena ebullición del movimiento por los derechos civiles, la Nación defendía el uso de la violencia defensiva y la segregación de los negros en un nuevo país creado dentro de las fronteras estadounidenses.
Sin embargo, todo se torció cuando Malcolm X descubrió que Elijah había mantenido relaciones sexuales con varias de sus secretarias. Al mismo tiempo, este consideraba que Malcolm obtenía demasiada atención de los medios y él no, además de que estaba dejando a un lado su labor de predicación religiosa para enfocarse demasiado en lo político. Unas declaraciones ácidas sobre el asesinato del presidente Kennedy fueron la excusa perfecta para que Elijah suspendiera a Malcolm de sus funciones en 1963. Finalmente, Malcolm X dejó la Nación por completo y finalizó su conversión al islam suní con la peregrinación a la Meca bajo el patrocinio de uno de los hijos del príncipe Faisal meses antes de su asesinato en 1965.
Años después, la Nación del Islam, ya sin Elijah, se dividió en dos corrientes: una liderada por sus hijos, que consideraban las enseñanzas de su padre heréticas tras haber estudiado el islam en Egipto; y otra que defendía la labor de Elijah encabezada por Louis Farrakhan, antiguo protegido de Malcolm X. Fue la segunda corriente la que se haría con el poder dentro de la Nación y, aunque ya convertida en una asociación mucho menos fuerte que antes de los años 70, aún tuvieron la fuerza suficiente para organizar la Million March Man en 1995 en la que se congregaron entre 400.000 y 1.000.000 personas negras frente al Capitolio en Washington.
El asesinato de Malcolm X provocó que la Nación del Islam no solo dejara de crecer, sino que también comenzara a perder seguidores, la mayoría de los cuales se convirtieron al islam suní, dado que los miembros de la Nación no eran reconocidos como musulmanes por el resto de la umma. Esta situación ha sido desde entonces aprovechada por el proselitismo extranjero, principalmente saudita, aunque aún perduran características que diferencian la fe islámica americana de la extranjera.
Conclusión
En definitiva, el surgimiento de grupos judaicos e islámicos dentro de la sociedad afroamericana respondió a la necesidad de encontrar una explicación al sufrimiento heredado desde la época de la esclavitud y fue además una manera de desprenderse del sentimiento de inferioridad y dependencia con respecto a la sociedad blanca estadounidense. El judaísmo, o al menos lo que ellos denominaban judaísmo, permitió a algunos afroestadounidenses en los momentos más duros de la segregación y la violencia ⸺a mediados y finales del XIX⸺ tener fe en que toda esa situación la había planeado Dios y que su regreso a África (o la creación de su propia nación) supondría el final de su sufrimiento. Además, su creencia de ser el “pueblo elegido” echaba por tierra todos lo insultos y los sentimientos de inferioridad inculcados por los blancos. Más tarde, el islam (lo que ellos consideraban como tal) supuso la ruptura definitiva con la religión del hombre blanco. El islam, con un dios completamente distinto y una cosmovisión que podía ser implantada también en lo económico y en lo político, debía ser el impulso definitivo de la comunidad afroestadounidense para su independencia total de los blancos.
Sin embargo, ni los judíos ni los musulmanes abandonaron del todo las enseñanzas cristianas. En el caso de las congregaciones judaicas, muchas mantuvieron en mayor o menor medida ritos y formas de origen cristiano sin acoger por completo costumbres como la circuncisión, el Bar Mitzvah o la alimentación kosher. De igual modo, pese a que Drew Ali y, sobre todo, Elijah Muhamad se consideraban verdaderos musulmanes y totalmente rupturistas con su pasado cristiano y de esclavitud, basaban muchas de sus enseñanzas en la Biblia.
En cualquier caso, estas religiones consiguieron atraer a un buen número de seguidores que encontraban en ellas una nueva manera de entender la realidad y la injusticia que les rodeaba. Sin embargo, no se debe sobreestimar su importancia. En el caso de los afroestadounidenses judíos no parece que su existencia vaya más allá de la anécdota, aunque sí pudieron tener cierta relevancia a nivel local en algunas ciudades del Norte. De vez en cuando parecen volver a salir a relucir gracias a algún personaje famoso que los redescubre, el rapero Kendrick Lamar ha sido el último en hacerlo. Por otro lado, el islam tampoco pasa de lo anecdótico, ya que estadísticamente hablando solo el 2% de los negros estadunidenses se definen así. Sin embargo, la fuerza propagandística, discursiva y de atracción de la Nación del Islam y, sobre todo, de Malcolm X, hicieron que todo aquel que se acercaba a sus mítines o comulgaba con alguna de sus ideas fuera automáticamente identificado como “negro musulmán”. Esto produjo en los años 60 una sensación generalizada de islamización dentro de la comunidad que en realidad no fue tal. El objetivo no era otro que asustar a la población blanca con la violencia de la Nación y que así esta apoyara al presidente Kennedy y al pacífico y cristiano Martin Luther King. Posteriormente, las conversiones en las cárceles volvieron a sacar a la luz el miedo al “negro musulmán”. Pese a esto, el poder de congregación de la Nación, como hemos visto, siguió siendo tan potente como se demostró en su Million March Man.
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Notas