La génesis del "Gran Satán": Irán y Occidente (1800-1953)

 

Introducción

 

El pasado año se aprobaba el “Acuerdo-Nuclear” entre Irán, la UE y los miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU. Terminaban así años de tensiones diplomáticas y desconfianza mutua. Muchos recordaréis los cruces de acusaciones y amenazas entre George Bush y el que fuera presidente de Irán entre 2005 y 2013, Mahmud Ahmadineyad. ¿Cuándo y por qué surgió la enemistad entre Irán y EEUU y sus socios europeos? Como en casi todo problema histórico, hay varias versiones de la historia.

En occidente solemos situar el origen de la animosidad entre Irán y EEUU y Europa en la revolución de 1979, cuando el Shah pro-occidental fue derrocado por la presión popular y se instauró una república islámica. El asalto de la embajada americana por un grupo de estudiantes iraníes todavía pesa en el imaginario yanki, como muestran películas como Argo, donde ningún personaje iraní tiene nombre propio o  cuenta con más de tres líneas de diálogo.

Los iraníes, por su parte, suelen citar el golpe de estado de 1953 como el último y más destacado episodios de una larga historia de interferencia extranjera en Irán. Ese año, la CIA y el Mi6 orquestaron un golpe militar contra el presidente Mosaddeq, que había osado nacionalizar las explotaciones de petróleo asignadas a las empresas estadounidenses y británicas, sembrando involuntariamente las semillas de un sentimiento anti-occidental que cristalizaría durante la revolución.

La presencia occidental en Irán, no obstante, tiene una larga trayectoria. En este artículo veremos un breve esbozo de la historia del país persa desde el comienzo de la penetración europea en la época Kayar a principios del siglo XIX hasta el citado golpe de 1953.

 

Europa llega a Irán

 

A lo largo del siglo XIX y principios del XX gobernó Irán la dinastía de los Kayar o Qayar (Qajar en inglés).Se trataba de una dinastía de origen túrquico, algo que venía siendo habitual en la antigua Persia desde hacía siglos. A pesar de que los viajeros europeos describían la monarquía persa como un gobierno absoluto en el que el Shah, o rey de reyes, ejercía el poder omnímodo (el mal llamado “despotismo oriental”), lo cierto es que el sistema se basaba en un delicado equilibrio entre la familia gobernante y los distintos sectores de la sociedad iraní.

El interés de Irán por Occidente aumentó especialmente durante la primera mitad del XIX, cuando el proyecto expansionista de los Kayar, que aspiraban a recuperar los territorios gobernados por los Safávidas (1501-1722), fracasó estrepitosamente. Por el norte, el Imperio Ruso se hizo con el control de los actuales Azerbaiyán, Armenia y Georgia, que tradicionalmente habían estado bajo la esfera de influencia persa. Por el este, las campañas contra los afganos fueron un desastre rotundo.

Las derrotas militares y los pactos de capitulación con los rusos crearon en los antaño confiados iraníes cierto sentimiento de inferioridad. Los rusos, un pueblo considerado bárbaro y atrasado por los refinados persas, había sido capaz de infligirles derrotas decisivas. Al mismo tiempo, los británicos, habitantes de una isla diminuta e insignificante, habían conseguido sojuzgar el país vecino, la India.

¿Cuál era el secreto de los europeos? La élite iraní comenzó a mirar a Occidente con curiosidad y a emprender viajes a Europa para intentar comprender de dónde sacaban su extraordinaria fuerza. Uno de los motivos, pensaron, estaba en la organización militar. De este modo, la monarquía Kayar comenzó a contratar a expertos estrategas europeos para que reorganizaran su ejército y modernizasen su material.

Esto tuvo dos consecuencias principales. En primer lugar, el apoyo de las potencias occidentales se convirtió en una pieza más de la política interior iraní. Varias revueltas e intentonas golpistas fueron eficazmente reprimidas gracias al armamento superior europeo, y esto a su vez comprometió aún más las ya reducidas arcas del Estado. En segundo lugar, Irán se convirtió en parte del tablero en el que las potencias europeas (Francia, Gran Bretaña, Rusia y en menor medida, Alemania) se disputaban el control del mundo. Tras las guerras napoleónicas, Rusia y Gran Bretaña rivalizarían por el control indirecto de Irán en lo que se ha denominado “El Gran Juego”.

Alrededor de 1830 la monarquía iraní intentó integrarse en la “comunidad internacional” adoptando hasta cierto punto la estética y los símbolos de poder occidentales, como se puede apreciar la siguiente imagen, que representa a tres shahs consecutivos, Fath Ali, Muhammad y Nasir al-din.

Nótese la evolución de la estética de la vestimenta de los shahs y el estilo pictórico. Primer cuadro: Mirza Baba, Fath Ali Shah (1798), British Library. Segundo cuadro: Ahmed, Muhammad Shah (1844), vendido por Sotheby’s in 2010. Tercer y último: Fazl-ulla b. Mirza Muhammad, Nasir al-din Shah (1881), Hermitage Museum.

Las dificultades económicas de los Kayar, incapaces de aumentar los ingresos del Estado a medida que aumentaban sus gastos, les llevaron a otorgar concesiones económicas a gobiernos o particulares occidentales.

Una de ellas, la de la producción, distribución, exportación y venta del tabaco, concedida a un particular británico en 1891, provocó una reacción religiosa y popular sin precedentes que se materializó en un boicot contra el consumo de tabaco hasta que no se cancelase el monopolio británico sobre la droga. Este movimiento estuvo inspirado por la singular figura de Jamaluddin Al-Afghani (del que hablo en este artículo), y puede considerarse la primera muestra popular de descontento ante la occidentalización de las élites iraníes.

 

La constitución de 1906

 

Una década y media más tarde, una rebelión cívico-religiosa forzó a los Kayar a convertirse en una monarquía constitucional. El movimiento constitucional vino inspirado por el éxito de los japoneses ante los rusos en la guerra de 1905 que, se pensaba, se debía a la cohesión nacional que la Constitución Meiji (1868) había dado a Japón. El hecho de que ese mismo año se produjese una revolución pro-constitucional en Rusia confirmaría sus sospechas.

Según Ervand Abrahamian, la “revolución constitucional” fue el resultado de una alianza entre clases medias, entre la mezquita y el bazar, que veían perjudicados sus intereses por la creciente penetración occidental. Paradójicamente, muchos de los “ilustrados” que protagonizaron el movimiento (como el jovencito Ahmad Kasraví, que décadas más tarde escribiría la historia de la revolución), estaban muy influidos por las ideas liberales y laicas europeas, lo que les llevaría a chocar con un importante sector del clero.

La constitución resultante proclamó el Islam chií (profesado por el 90% de los persas) como religión oficial. El chisimo venía siendo la religión oficial de facto desde que los Safávidas se hicieron con el poder en 1501, pero la constitución consagró este hecho. Solo chiíes podrían ocupar puestos de gobierno, y el ejecutivo tendría la capacidad de censurar y prohibir obras e ideas heréticas y anti-islámicas. Se instauró un Consejo Guardián integrado por clérigos de alto rango para asegurar que la legislación aprobada por el gobierno estuviese de acuerdo con la ley islámica. Sus miembros serían elegidos por la Asamblea Nacional. La constitución apenas se aplicó un par de años, pero la idea de un Consejo Guardían se retomaría en la constitución del 79.

En todo caso, el movimiento acabó desintegrándose. Por un lado, las tensiones internas fragmentaron a los partidarios de la monarquía democrática. Por otro, Rusia y Gran Bretaña aprovecharon la debilidad del gobierno iraní para repartirse el país en esferas de influencia (la “Convención Anglo-rusa de 1907”). En 1908, Muhammad Ali, el nuevo shah (el anterior había muerto dos años atrás) inició una campaña de represión con la ayuda de cosacos rusos al servicio del gobierno y tropas leales. Disolvió el parlamento, arrestó a los líderes políticos y religiosos y estableció un duro control de la prensa.

El bando constitucional se reagrupó y multiplicó sus apoyos entre las minorías. La constitución fue cambiada para integrar a armenios, judíos y azerís, y se formaron milicias integradas por voluntarios. Los constitucionalistas marcharon sobre Tehrán y forzaron la abdicación de Muhammad Ali en su hijo, Ahmad Shah, que volvió a instaurar la constitución en 1909. Con el tiempo, los constitucionalistas se dividieron en dos facciones, “Moderados” y “Liberales”, que divergían en el papel que la religión debía tener en el nuevo Estado y fueron incapaces de llegar a acuerdos duraderos de gobierno.

El régimen constitucional fue incapaz de impedir la penetración europea. Entre 1909 y 1911 los rusos ocuparon el norte del país (con el pretexto de restaurar el orden) y los británicos tomaron el control de las rutas comerciales del sureste. La Primera Guerra Mundial incrementó la presencia de tropas rusas y británicas, a pesar de que el parlamento se había declarado neutral.

 

Reza Jan (1921-1941)

 

La derrota alemana y la revolución soviética animaron a los británicos a tratar de hacerse con el control de todo el país sobornando a los diputados para firmar la “Convención Anglo-Irania” de 1919. El acuerdo fue muy impopular, pues se percibía como la venta del país a los británicos y el fin de la independencia. Hacia 1920 el estado iraní se encontraba prácticamente inoperativo, con amplios territorios de la periferia independientes del poder central.

Camión de la BP a mediados de los 50. Fuente: Reddit

Hizo entonces su aparición Reza Jan (transcrito al inglés como Reza Khan), un oficial de unos 40 años de edad. Provenía de una familia de tradición militar de la zona del Cáucaso y era el comandante de los cosacos en la ciudad de Qazvín. Por aquel entonces, Los cosacos, por cierto, habían pasado a ser financiados y entrenados por los británicos tras la revolución soviética (y aunque esto lo cual no quiere decir que obedecieran ciegamente las órdenes de la diplomacia británica, aunque en la época había quien consideraba a Jan una marioneta al servicio de los intereses británicos).

Con tan solo 3.000 hombres y algunas ametralladoras, Reza Jan se hizo con el control de Teherán el 21 de febrero de 1921. Implantó la ley marcial, se ganó la confianza del resto del ejército, formó gobierno y se convirtió en la máxima autoridad en la sombra, a la vez que convencía a los británicos de que no actuaría contra sus intereses y que mantendría al shah en el trono. Sin embargo, cuatro años más tarde depuso al shah y se coronó a sí mismo como rey de reyes, dando a su dinastía el nombre de Pahlaví o Palevi, que es como se conoce al sistema de escritura de la lengua persa durante el periodo pre-islámico.

El nuevo shah supo restaurar el equilibrio social mencionado anteriormente y ganarse la confianza de los distintos grupos sociales, incluidas las potencias europeas. Llegó hasta a firmar un acuerdo con los bolcheviques. Una vez consolidado su poder, trató de modernizar el país siguiendo el modelo de Atatürk y limitar la influencia de los que le podían hacer frente, especialmente el clero y las tribus.

Digna de mención es la ley de 1936 que prohibió a las mujeres llevar velo en público y obligó a los hombres a vestirse a la manera occidental, salvo que pudieran acreditar que eran estudiosos del islam. Como vemos, la imposición de un código de vestimenta no es algo exclusivo del Irán post-revolucionario. De hecho, es algo que estuvo muy de moda entre los gobiernos que decidieron modernizar-occidentalizar a la fuerza a sus súbditos, como el Japón Meiji o la Turquía de Atatürk.

 

El interregno nacionalista (1941-1953)

 

Reza Palevi gobernaría con puño de hierro hasta 1941, cuando Irán fue invadido simultáneamente por los británicos y los soviéticos. Al parecer, el shah había estado coqueteando con los alemanes, ofreciéndoles petróleo y otros recursos. Para prevenir la aparición de un nuevo frente, asegurar los suministros de los británicos a los soviéticos y controlar el preciado petróleo, los Aliados decidieron coordinar su intervención.

Tras la invasión Reza Jan huyó, y los Aliados instalaron en el trono a su hijo, Muhammad Reza Palevi. El gobierno de su padre no había sido especialmente popular, pero el nuevo y joven shah prometió respetar la Constitución de 1905, y la presencia de tropas extranjeras disuadió a los iraníes de intentar ningún tipo de rebelión anti-monárquica.

Se inició así el periodo denominado como interregno nacionalista, en el que hubo elecciones más o menos democráticas (calificadas de caciquistas por contemporáneos e historiadores), libertad de prensa y cierto esplendor cultural. También hubo una movilización política sin precedentes y mucha tensión en las calles, incluyendo los sangrientos atentados de los fedayines, uno de los primeros grupos terroristas chiíes. En 1951, en medio de una crisis turbulenta, el parlamento nombró presidente a Mohammad Mosaddeq, líder de un movimiento nacional-populista que aglutinaba al bazar, las clases medias y parte de los trabajadores no afiliados al Partido Comunista.

Entre otras cosas, Mosaddeq se propuso nacionalizar la Anglo-Persian Oil Company (hoy en día llamada BP), que desde 1913 disfrutaba casi en exclusiva de la explotación de petróleo en Irán. Esto hizo saltar las alarmas en Gran Bretaña y EEUU, y en 1953 los servicios secretos de ambos países organizaron un golpe de Estado junto al monarca y sectores leales del ejército, y ante la pasividad de cierta parte del clero que no veía con buenos ojos la popularidad del líder laico. El golpe tuvo éxito y Muhammad Reza Pahlavi se convirtió en monarca absoluto de Irán, sin un contrapoder parlamentario.

El suministro de petróleo y la pertenencia de Irán al mal llamado “Mundo libre” quedó asegurado a corto plazo, pero a la larga provocó un efecto boomerang o un tiro por la culata. El golpe de la CIA y el MI6 asoció irremediablemente la dinastía Pahlavi a EEUU y Gran Bretaña, e hizo que una generación de intelectuales, activistas y líderes religiosos se volviesen decididamente anti-occidentales.

Para muchos iraníes, el golpe de 1953 representó el fin de la independencia y convirtió a su país en un mero satélite de los EEUU. Durante los años 60 y 70, el “antiimperialismo” se convirtió en uno de los temas favoritos de los opositores al shah. En retrospectiva, y a pesar de que el golpe contó con la colaboración y connivencia de numerosos iraníes, la acción militar contra Mosaddeq no fue percibida como un asunto interno, sino como una injerencia extranjera cuyo objetivo era mantener los recursos naturales iraníes bajo control. Esto explica la retórica antioccidental de la mayoría de los grupos revolucionarios que derrocaron al shah en 1979, y también la percepción generalizada de que los “problemas” entre Occidente e Irán no empezaron tras la revolución de 1979, sino un cuarto de siglo antes.

 

Texto adaptado de un artículo publicado originalmente en Desvelando Oriente.

 

Si te ha gustado, puedes leer la serie completa sobre la historia de Irán en la página web del autor.

Historia de Irán en Desvelando Oriente

I – Relaciones Irán-Occidente, 1800-1953

II – Relaciones Irán-Occidente, 1953-1979

III – La Revolución Islámica, 1979-1989

IV – Irán después de Jomeini, 1989-1997

V – Los gobiernos de Jatami, 1997-2005

Bonus: Las relaciones no tan secretas entre EEUU y Jomeini

 

 

BIBLIOGRAFÍA
Ervand ABRAHAMIAN, A History of Modern Iran, Cambridge University Press, 2008.
―, Iran Between Two Revolutions, Princeton University Press, 1982
Shahrough AKHAVI, Religion and Politics in Contemporary Iran, Suny Press, 1980.
Edmond BOSWORTH, Carole HILLENBRAND (eds.), Qajar Iran. Political, Social and Cultural change, 1800-1925, Mazda Publishers, 1992.
Roxane FARMANFARMAIAN (ed.), War & Peace in Qajar Persia. Implications past and present, Routledge, 2008.
Firoozeh KASHANI-SABET, Frontier Fictions. Shaping the Iranian Nation (1804-1896), I.B. Tauris, 2000.
Nikki KEDDIE, Modern Iran: Roots and Results of the Revolution, Yale University Press, 2006.
Moojan MOMEN, An Introduction to Shi’i Islam, Yale University Press, 1985.
Varios autores, Encyclopædia Iranica, edición online